25 Sep Noelia Rodríguez señala que el voluntariado es una experiencia que “te cambia para siempre”
«Les pido que sean protagonistas del cambio (Papa Francisco)
Hace tres años terminaba mi experiencia misionera diciendo que la misión te cambia por dentro y por fuera y te hace renacer al mundo. Y no me equivocaba, podría repetir esas palabras a día de hoy, después de ya unas semanas aterrizada de nuevo en España. Quizás la misión más importante durante este tiempo ha sido el día a día. La misión en casa, en el trabajo, la misión con los compañeros, la familia, los amigos, la misión en la calle, en las vivencias y las experiencias. Y no es fácil. No es fácil llevar todo lo vivido al día a día. Es imposible cortar a tu mente y que deje de pensar en lo vivido, lo sentido y que se ponga a pensar y proyectar en el aquí y ahora. Pero creo que eso es parte del proceso personal de uno mismo, lograr de llevar todo lo bueno a lo bueno que podemos aportar en los diferentes aspectos de nuestra vida y ayudar a que otras personas sientan ese deseo de aportar parte de su vida y su tiempo a entregar lo mejor de sí mismos allí donde se necesite.
Creo que vivimos en un mundo que está excesivamente comunicado, tenemos exceso de estímulos que buscan respuestas y el amor cada vez deja de tener el sentido que debiera y ya no hablemos del amor por los demás… Hay muchos que nos negamos a ver las oportunidades que nos pone Dios en nuestro día a día, y nos cegamos, pero si le dejamos entrar y confiamos en él, podemos ver que nos pide, a gritos, ser misioneros de la sal y testigos de la luz.
Eso mismo es lo que siento dentro. Cuando Dios te pide un Sí, hay que gritarle aquello de ¡Aquí estoy! , cuando Dios llama no da una perdida y cuelga para que veas que te ha llamado. Llama y llama tan en serio y a través de tantas personas que el resto viene dado.
Este año he tenido la oportunidad de acompañar al grupo de misioneros en Quito, en nuestra querida parroquia de La Argelia. Creo que todo queda dicho, pero destaco a estas personas con las que he compartido tanto, Sara, Inés y Ramón, han sido y son pura luz y doy gracias de tenerles cerca en mi vida. Con ellos crucé el charco con esos 9.000km que nos separan de allá. No es fácil dejar tu país, tu casa, tu familia, tus cosas, por irte fuera, o ¿sí? Pues realmente sí que es fácil cuando hay algo muy dentro de ti que te pide salir fuera y dar todo lo que tienes donde te necesitan. Es por eso, que todas esas ilusiones poco a poco fueron viendo la luz. Llegamos allá con la mejor de nuestras sonrisas y la mayor de nuestras ilusiones proyectadas en diferentes acciones y proyectos que se desarrollan allá. En la Argelia la acción social es “brutal” y hemos podido colaborar y dejar lo mejor de nosotros en la pastoral de la salud, pastoral juvenil, grupos matrimoniales, campamentos vacacionales, comedor social, callejeros de la fe, misiones en la parroquia…
Allí intentamos dejar lo mejor de nosotros mismos en cada momento. Recuerdo la mano de cada anciano del centro de día buscando fortaleza, recuerdo los brazos tendidos de cada niño en los campamentos, buscando ese cariño y ese formar parte de algo, recuerdo la alegría de los jóvenes de sentirse únicos, parte de algo muy importante, recuerdo las palabras de cariño de ya amigos ecuatorianos, siempre con sus brazos y casas abiertas, recuerdo la acogida de los religiosos, nunca faltó nada, son alma pura, recuerdo las lágrimas contenidas de todas las familias que viven una situación adversa, recuerdo la impotencia ante las personas que atendemos en la calle, recuerdo el olor a cilantro y seco de pollo cuando repartíamos cada comida del comedor social y recuerdo tantas otras cosas a las que no hace falta ponerles nombre, porque forman parte ya de mí.
Una vez el Papa dijo aquello de “ustedes son los constructores de una iglesia más hermosa y de un mundo mejor” y ¡Madre mía qué reto! ¡Anda que no pide nada, pensé! Durante la misión en Quito esa frase se hizo muy presente en mí, una ve la desesperanza, las situaciones tan adversas, injustas, límites… y piensas qué puedes hacer, con lo pequeña que eres, en medio de tanto, si a veces te faltan las fuerzas hasta ti misma. Ahí es donde siempre aparece alguien, con su luz, a volver a recordarte, eh, que estamos todos en esto, en esa misión, todos juntos. Y te recuerdan que con lo poco que tienen son felices, te recuerdan que no hace falta grandes cosas para hacer algo único, te recuerdan lo maravilloso que es compartir mesa, banco, casa, vida, palabras y alegría. Te recuerdan, una vez más, que mientras en España tenemos de todo, allí sobra todo, que mientras aquí andamos preocupados porque hemos perdido el autobús o que nuestro coche tiene un rallón, la marca del bolso, de los zapatos o qué pantalones me pondré hoy, allí les preocupa avisar a todos para compartir una mesa juntos, abrazar a las personas, trabajar duro para mantener a sus familias, ir a la iglesia, sin perder día, celebrar la vida y regalar su amor a los suyos y a los de su alrededor.
Las gracias se quedan cortas y se transforman en abrazos cargados de vida, de experiencias en la maleta y de vivencias y sentimientos en el corazón. Ojalá seamos muchos altavoces los que, a la vuelta, sigamos gritando con la voz de los sin voz, sigamos pisando los charcos, rompiendo molduras, soñando en grande y siendo testigos de tanto bueno gritando eso, como decía Kairoi, que se puede llevar luz si es la eterna, que se puede ser sal de la tierra de la que da sabor bueno y que se puede ser pan si es del que acoge y alimenta.
Y tú, que lees esto, que tienes ese gusanillo, esa inquietud. No tengas miedo, grita ¡Aquí estoy! Vive algo único, diferente, algo que te cambiará para siempre.
“Sigan superando la apatía y ofreciendo una respuesta cristiana a las inquietudes sociales y políticas que se van planteando en diversas partes del mundo. Les pido que sean constructores del futuro, que se metan en el trabajo por un mundo mejor.” (Papa Francisco)
Gracias Ecuador. Gracias».
Noelia Rodríguez
Madrid
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