13 Abr PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR – VIGILIA PASCUAL
Esta es la noche, que no la podemos dormir. Esta es una noche sacramental por lo que hemos de vigilar el “paso” del Señor. Si, nuestro Dios es PASCUAL (Bonito nombre). Le encanta PASAR. ¡Quién lo iba a decir! Para la filosofía griega Dios es inmóvil. El Dios de la Biblia se mueve mucho, se mueve constantemente. Quizás por aquello de que es Amor y el amor es inquieto y no se puede aguantar sin difundirse.
A Dios le gusta pasar, pero no es un pasota. Su paso siembre es constructor, creador, posibilitador de nuevas singladuras, de nuevos pasos; que ya no serán solo de Él, sino que invitará a otros a animarse en la aventura de pasar, de caminar, de ir hacia la Plenitud en la comunión de Amor.
Esta noche es el Sacramento del PASO de Dios que marca definitivamente la historia. Un “paso” que recoge o retoma todos sus anteriores “pasos”, los amplía y lleva a plenitud y abre la historia hacia una culminación definitiva y feliz. Estoy hablando del “paso” de Dios que se acompasa con el “paso” de Jesús en su pasión, muerte y resurrección. El paso de Dios es resurreccional; vence a la muerte e introduce en la Vida que es VIDA ETERNA. Observad bien, que es un paso hacia adelante y no una vuelta atrás. Jesús no volverá a esta vida; Jesús no resucita como Lázaro. Jesús resucita a la Vida plena de Dios. Es un plus que va mucho más allá de los límites soñados por nosotros. Es nada menos que participar de la misma vida de Dios. Un hombre verdadero introducido en la esfera de Dios, y para siempre.
Porque esto es así, en esta noche la Iglesia, nosotros, despliega todo su saber para mantener en vigilia celebrativa a la comunidad (nosotros) creyente. Estamos ante la “madre” de todas las celebraciones. Es la Pascua del Señor vivida sacramentalmente y por lo tanto como MEMORIAL.
La celebración de la Vigilia es nuestra. Somos nosotros los que la celebramos. No podemos ir a una celebración de la Vigilia como cuando nos ponemos ante el televisor a ver “lo que me echan”. La Vigilia, la hago yo. La celebración es algo mío; soy yo el que celebra. Lo que allí acontezca depende en cierta medida de mí. Por eso he de ir a la celebración con el ánimo de entrar en la celebración desde el principio. Yo voy a la celebración con la intención de hacer pascua, de ser pascua, de dejar que Dios pase por mi vida y me resucite, de ponerme yo a disposición del Espíritu para que me haga dar el paso y salga a la “nueva vida”. Si se proclama la Palabra es para que yo la oiga y me deje penetrar por ella; si se canta “aleluya”, soy yo el que canto aleluya y me dejo embargar por la alegría y el gozo y la alabanza y la bendición.
La Vigilia Pascual, en nuestra Liturgia”, consta de 4 partes secuenciadas “in crescendo” para llevarnos a saborear y gustar ¡qué bueno es el Señor resucitado!
Cada parte tiene su propio crescendo, desde la apertura hasta el momento álgido o cumbre que está al final de la parte.
Primera parte: Lucernario: Fuego
En las catequesis bautismales Jesús se había manifestado como LUZ. “Yo soy la luz del mundo”. Los primeros compases de nuestra vigilia se abren en derredor del fuego. Es de noche. Las tinieblas cubren la tierra. Solo el fuego es capaz de romper y ahuyentar esas tinieblas.
Ciertamente nos resulta difícil en nuestra cultura entender las bondades del fuego. A nosotros la luz nos llega por unos hilos de cobre y el calor por unos tubos de estaño o hierro. La noche padece contaminación lumínica hasta el punto de que no podemos observar las estrellas. El fuego ya no está presente en nuestras cocinas, salvo algunas llamitas controladas, y cuando lo vemos es en la tele como símbolo de desastre y destrucción. Hemos de hacer el esfuerzo de entender que el que nos llega a nosotros “embotellado” viene de un sitio donde generalmente hay una alta combustión que genera luz y calor. Bueno, pues el fuego inicial de esta liturgia nos quiere remontar a ese fuego primordial, que sin duda es Dios mismo –Inmenso horno de amor-, pero que también es uno de los cuatro elementos primordiales de los que está compuesto el mundo según los filósofos antiguos.
Podríamos hacer una buena hoguera a la puerta de la iglesia (sin exagerar) y sentir su calor en nuestro rostro y su luz que ilumina nuestro entorno y nos hace descubrir en el rostro iluminado de nuestros vecinos al hermano y compañero de camino.
Este fuego es “bendecido” y empieza a significar para nosotros la presencia de Cristo resucitado que calienta, reanima nuestros “huesos secos”, nos hace entrar en calor y a la vez ilumina nuestra realidad existencial. Tenemos camino y tenemos futuro. Ese camino está iluminado y ha sido recorrido primero por Cristo. Y justamente esto es lo que vamos a significar ahora con todo el ritual sobre el CIRIO PASCUAL. Será el cirio el sacramental que durante todo el tiempo pascual va a significar a Cristo resucitado, como luz del mundo, que nos acompaña y va delante en nuestro caminar hacia la casa del Padre. Cristo es el alfa y la omega, nuestro principio y nuestro fin; suyo es el tiempo y la eternidad. A Él la gloria por siempre.
El Cirio nos precederá en la procesión de entrada y de su luz vamos a participar todos, y veremos que junto con su luz y nuestras luces todo el espacio celebrativo quedará inundado de la luz. Las tinieblas habrán sido vencidas para siempre. Las tinieblas de nuestra incredulidad y de nuestros sinsentidos.
Esta primera parte culmina con la “entronización” del Cirio sobre el pedestal, su incensación y la proclamación del PREGON PASCUAL. Pregón que introduce, a la vez que proclama todo lo que en esta noche estamos celebrando. ¡Oh feliz culpa, que mereció tal Salvador! Exclamación poética que consigue hacer positivo lo que es ciertamente negativo. Pero la fiesta hace olvidar estas negatividades, porque es mucho más lo que nos ha llegado y lo que hemos ganado por Jesucristo.
Segunda parte: Palabra: Aire
Sí. He puesto Aire. El protagonista de esta parte será el “Ruah”, el Espíritu de Dios, su Palabra.
En esta noche vamos a hacer memoria (mucho más que recordar, porque es actualizar) de los distintos pasos de Dios por la historia. Se proclaman 9 lecturas. Todas ellas importantes. Personalmente creo que deben ser proclamadas todas, justamente porque esta noche es vigilia y no la podemos dormir. Justamente porque es la noche que condensa todas las otras noches en las que Yahveh Dios pasó ejercitando su brazo para salvar a su pueblo. A nadie se le ocurre meter tijera a una partitura sea de ópera o de teatro, para hacerla más corta. A nadie se le ocurre ir a una celebración de bodas y quitar por ejemplo los entremeses para que sea más corto el acto. Solo a nosotros se nos ocurre cercenar lecturas y más cosas con el objetivo de hacer más “pastoral” la celebración. Creo que hay que hacer posible que suenen todos los registros de la celebración para que llegue a buen término.
Las lecturas del Antiguo Testamento (7) nos recuerdan las “4 noches pascuales” que Israel celebra y que por los profetas se abren hacia la “quinta noche” que será la anunciada por el Evangelio.
Durante la cuaresma os iba comentando estos memoriales que se hacían cada domingo. Hoy los resumo:
La primera noche es la de la Creación. Dios pasa y hace pasar de la nada al ser o al existir. Es el primer fogonazo. Big-Bang. Dios se llama CREADOR. Dios crea AHORA. No hay paso atrás.
La segunda noche. Dios hace alianza con Noé (esta lectura se hará en Pentecostés). Planta el arco iris (luz) signo de que es y se llama AMIGO DE LA VIDA. No quiere la muerte de nadie. No la busca. La vence.
La tercera noche. Alianza con Abraham. Padre de muchos pueblos. Padre en la fe. El nombre de Dios es: DIOS PROVEE. En presente. Dios provee siempre. Es providente, hoy, aunque haya terremotos, volcanes o guerras. Esa es la fe de Abraham que cree contra toda esperanza. Y Dios sale fiador de él.
La cuarta noche. Salida de Egipto y paso del mar Rojo precedido por la cena del cordero y la señal de sangre sobre las jambas de las puertas. Después, Alianza en el Sinaí. Es ciertamente la gran pascua judía. El nombre de Dios es YHWH: YO ESTOY CONTIGO (con vosotros) SIEMPRE.
Todo este memorial prepara el gran anuncio de la buena noticia de esta quinta noche que engloba y supera todas las demás noches, haciendo que sea una nueva noche, una nueva pascua, una nueva creación:
LA QUINTA NOCHE. Es la noche de la RESURRECCION DEL SEÑOR JESUCRISTO.
Esta es la noche proclamada solemnemente por el Evangelio de Lucas 24, 1-12. “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. HA RESUCITADO. Esta es la gran noticia que esperábamos y que gozamos. Esta es la gran noticia que ilumina toda la historia de la humanidad (y mi historia); casi podríamos decir que la “parte en dos” porque desde ahora la abre de forma definitiva hacia la pascua o el paso de este mundo al Padre. Toda la creación entra en Pascua. Toda la creación es “pascual” y pasa a ser de la esfera de Dios que no hemos de olvidar que se llama PASCUAL.
La lectura de San Pablo a los Romanos 6, 3- 11, nos habla (aunque usted no lo crea) de la sexta noche. Quizás no merezca este nombre, porque es el desdoblamiento de la quinta. La resurrección de Jesús, a ti y a mí nos llega en nuestro bautismo. Nuestro bautismo es nuestra “noche pascual” particular y por eso esta noche es una noche particularmente bautismal. Esta es la sexta noche pascual. Y eso se celebra de forma particular y fuerte en la tercera parte de la celebración.
Tercera parte: Bautismo: Agua
El agua será el signo natural por el que vamos a recordar también las hazañas de Dios por medio de su creatura el agua. Y este signo todavía significa hoy. Es símbolo fundamental de la vida, de la limpieza, de la fecundidad, del alimento básico. También es en ocasiones catástrofe como en los maremotos o las inundaciones. La carta a los Romanos nos da las claves para entender la dinámica bautismal. En el agua vamos a morir o van a ser destruidos nuestros pecados y vamos a resucitar a la vida de Cristo en Dios.
En la celebración se bendecirá el agua para que sea capaz de generar junto con la invocación de la Iglesia a los nuevos hijos de Dios que esta noche van a ser bautizados. A esa fuente bautismal van a ir procesionalmente los bautizandos como buscando las fuentes de agua viva. Proclamarán su fe y en esa fe van a ser bautizados.
Después todos nosotros vamos a ser invitados a renovar nuestro bautismo. Renunciaremos al pecado y proclamaremos nuestra fe. Este es el momento culminante de esta parte. Salir renovados en nuestra fe y nuestro bautismo. Para ello diremos más o menos que:
Creemos en el Dios que es “Pascual”: Creador, Amigo de la vida, Providente, Está siempre a nuestro lado, RESURRECCION y VIDA. Dios es ABBA (Padre).
Creemos en Jesucristo el Hijo de Dios, nuestra Pascua. El exégeta, la filigrana, el revelador del Padre que se hizo hombre por nuestra Salvación.
Creemos en el Espíritu Santo, el Ruah de Dios, el viento o el aire de Dios, el gran fraguador de la historia de Salvación, el protagonista en empujar toda la creación hasta las moradas eternas.
La aspersión del agua, o la procesión hasta la pila bautismal para mojar nuestra mano en ella y a su vez mojar nuestra frente refrescando aquel bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, sellará nuestra renovación bautismal.
4 parte: Liturgia Eucarística: Tierra y sus frutos: pan y vino
El signo o símbolo natural de esta parte son los frutos de la tierra que con el trabajo del hombre se han transformado en pan y vino. Pediremos que se conviertan en pan de vida y en bebida de salvación.
El fuego, el aire, el agua, la tierra son los elementos primordiales. Juntos (tierra que germina por el calor, la luz, el agua y el aire) vienen transformados en pan y vino. (pan amasado –harina y agua- cocido al fuego; vino que ha sido pisado de la uva y fermentado). Este pan y vino van a ser sacramentalizados, transustanciados, trans-significados, escatologizados en el Cuerpo y Sangre del Señor Resucitado por la oración de la Iglesia (nuestra oración).
Es nuestro gran memorial en esta gran noche toda ella memorial. Hoy se hace realidad o es realidad lo que aconteció en la Pascua de Jesús. Esa pascua de Jesús es definitiva y lo que hace el pasar del tiempo y de los días es ir englobándose en esa realidad pascual. Y ahí está la comunión y para eso está la comunión en el cuerpo y la sangre del Señor. La comunión es el momento culminante de toda la Pascua. Todo se hace y todo prepara este momento: Cristo, nuestra Pascua inmolada, se hace nuestro. O nosotros nos hacemos de Cristo. La comunión nos incorpora al Cristo resucitado; incorporados a Él ya estamos siendo participes de su pascua o paso a la casa del Padre. Ya estamos escatologizados nosotros. Estamos siendo incorporados al mundo nuevo, a la historia nueva inaugurada por la Resurrección de Jesús.
Incorporados a Cristo podemos cantar el ALELUYA y desearos (desearnos) a todos
UNA FELIZ PASCUA DE RESURRECCION
Un abrazo… y a ser pascuales.
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