Por Cristo nos llega la reconciliación.

Por Cristo nos llega la reconciliación.

Con el domingo 11º, volvemos al “tiempo ordinario” que durará hasta el domingo 34º. El evangelio nos habla de la elección de los 12 apóstoles y su envío a anunciar que el Reino de Dios está cerca. Pero, como la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús se ha celebrado el viernes (anteayer) he pensado que podía hacer un acercamiento a la contemplación del Costado abierto de Jesús en la cruz. Y es que leyendo la segunda lectura (Romanos 5, 6-11) encuentro la proclamación del Evangelio de la GRACIA que san Pablo anuncia: “La prueba que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros pecadores, murió por nosotros”. ¡Estamos ya reconciliados y seremos salvos por su vida! Son palabras que sorprenden en Pablo, que no pone condición alguna para decirnos que ya estamos reconciliados con Dios por Cristo. Pablo anuncia siempre un Cristo muerto y resucitado por nuestra causa o en favor nuestro. Del misterio de la cruz mana la vida y la salvación.

Partiendo de este anuncio, hoy quiero acercarme a la figura reflejada en un mosaico de una capilla scj en Capiago (Italia) y de esta forma hablar sobre el Sagrado Corazón de Jesús.

El centro del mosaico es Cristo crucificado acompañado por María y San Juan.

La cruz es un árbol, el árbol de la vida. En la nueva creación, el nuevo edén o paraíso tiene en el centro el árbol de la vida del que pende el mejor fruto: La VIDA misma que es Cristo crucificado.

En este árbol, las ramas se abren para abrazar y acoger al Señor de la Vida.

Cristo está clavado, muerto, pero ya vivo y resucitado. Cristo REINA desde la cruz.

El costado del crucificado está abierto y de él mana sangre y agua. Brotan el Espíritu y los Sacramentos. Nace la Iglesia cual “nueva Eva”. Nueva Eva representada en María.

María es la nueva criatura de la nueva creación. Ella será la “madre” de los creyentes.

María, en el cuadro, está ya totalmente trasformada y divinizada. El Espíritu de Dios la envuelve (oro) y toda ella es ya divina o divinizada. Su manto es de color rojo que cubre totalmente el vestido azul de María.

Desde la cruz, Jesús mira a María. Nos la entrega y da como “Madre” y a la vez nos la indica como modelo de creyente a la que hay que imitar. Ella es la que primero ha “conocido” al Señor.

Si Abraham por su fe fue “justificado” tanto más María ha sido “justificada” y santificada por su fe. Si Abraham puede ser llamado “patriarca” de los creyentes, tanto más María puede ser llamada “matriarca”  o madre de los creyentes. Hace unos días, hemos celebrado a María como “Madre de la Iglesia”. Justo el día siguiente a la fiesta de Pentecostés. María es la nueva Hija de Sion que participa plenamente de la Vida de Dios en el cielo.

San Juan representa a toda la humanidad peregrina hacia el cielo. Observa y contempla el cuadro con admiración y asombro; y a la vez nos introduce en él y nos indica al Señor como “lo único importante”. Del cielo y del lado derecho de la cruz desciende sobre Juan el rayo de luz-oro que lo va tocando, envolviendo y trasformando. Realmente la vida de la “Gracia” es un encuentro entre Dios y el hombre, donde el hombre sale beneficiado absolutamente porque entra a ser parte de la misma vida de Dios. Empieza a ser parte de la vida Trinitaria: Por Cristo, en el Espíritu podemos decir “Abba” “Padre” al que es Origen y Fuente de todas las Cosas. San Juan somos todos y cada uno de nosotros, creyentes en Cristo.

El costado traspasado es ciert

rompe y de él sale la esencia de la esencia, lo mejor de lo mejor del mismo Jesús: el Espíritu de Jesús que como esencia o aceite que desciende desde la cabeza hasta los pies, se derrama sobre toda carne. Es Jesús mismo el que se “rompe” por nosotros y nos unge con su sangre para liberarnos del “exterminio” y de la “muerte”.

amente el centro del centro. El cuadro está pensado para resaltar el “Corazón de Jesús”, distintivo de nuestra espiritualidad dehoniana. Por ese costado abierto se puede penetrar hasta el mismo “corazón” de Jesús y descubrir o intuir el misterio de amor que dinamiza toda la vida de Jesús. Un amor misericordioso, que se entrega sin límites, que perdona sin límites, que se fía sin límites. Un corazón que AMA SIEMPRE y FIELMENTE a Dios y a los hombres.

El costado-corazón de Jesús se

Jesús es el verdadero sacerdote y ejerce su sacerdocio plenamente en la cruz, donde es a la vez sacerdote, víctima y altar. Jesús será el único sacerdote y para siempre. Él es la puerta del cielo; Él es la escala de Jacob; Él es el camino, la verdad y la vida.

Jesús es el nuevo pozo de Sicar, del que mana el “agua” viva. Quien bebe de esta agua no tendrá ya más sed y, además, su corazón se convertirá en hontanar de agua viva que saltará hasta la vida eterna en Cristo resucitado.

A la sombra de este árbol de la vida podremos descansar y encontrar pastos abundantes. Mirando a Jesús podremos aprender a ser mansos y humildes de corazón. Contemplar a Jesús nos llevará a ser sus testigos hasta los confines de la tierra.

La Eucaristía es el momento principal de encuentro con Jesús para poder alimentarnos con Él y de Él. Cristo se nos entrega como Pan de Vida y Bebida de Salvación.

La cruz es la gran “epifanía” del Misterio de Dios que se manifiesta en Cristo crucificado. Tanto nos ha amado el Padre que nos ha entregado a su Hijo para que tengamos vida en abundancia. (1 Jn. 3, 16). En la cruz se manifiesta el Amor del Padre al Hijo y a nosotros; el amor del Hijo al Padre y a nosotros. Y ese AMOR es el Espíritu que se sopla sobre toda la creación y que va trasformando y recreando todas las cosas.

Jesús es el gran DON de Dios a nosotros y Jesús en la cruz se hace DON. Se entrega totalmente por nosotros.

María está al lado de su Hijo en la cruz. En ella se empiezan a cumplir las “promesas”. La “promesa” se hace carne de su carne. En la cruz TODO SE HA CUMPLIDO. La promesa es ya realidad última. En Cristo crucificado, por su sangre, se ha sellado la Nueva Alianza. El Espíritu de Dios se derrama sobre toda carne. Los corazones de piedra se van cambiando en corazones de carne. Los muertos empiezan a resucitar. Ha llegado el mundo nuevo o se ha iniciado la “nueva creación” aunque todavía sigamos “expectantes”.

El Enmanuel, definitivamente ha acampado entre nosotros; ha izado su enseña, ha clavado la cruz y todos los que le miren y crean en Él, serán salvos.

 

Gonzalo Arnáiz Álvarez, scj.

 

 

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