¿TAMBIÉN VOSOTROS QUERÉIS MARCHAROS?

¿TAMBIÉN VOSOTROS QUERÉIS MARCHAROS?

DOMINGO 21º  – B

CRISIS, podría ser la palabra impacto de este domingo. Crisis de expectativas en el grupo de Josué y en el grupo de discípulos de Jesús. En ambos grupos las expectativas eran de medrar en lo social, en lo político y en lo económico. Unos esperaban una tierra prometida que manaba leche y miel sin demasiado esfuerzo y con dominio militar absoluto sobre los otros pueblos (en definitiva repetir lo de los Egipcios, pero ahora siendo ellos los que mandaban) y los otros esperaban un Mesías que volviera a repetir los tiempos del rey David; un Mesías poderoso y nada “siervo”. 

La propuesta de Josué (24, 1 – 18) es seguir adelante en la conquista de la tierra prometida, siendo siempre fieles a Yahvé y a su Alianza. Alianza renovada ahora, entrando en la tierra prometida pasando el río Jordán, pero donde iba a desaparecer el maná e iban a tener que trabajar la tierra además de conquistarla. Dios estaría siempre a su favor y la tierra sería Don de Dios, pero a la vez era tarea suya y tarea de no poca monta. Había que esforzarse hasta el límite de entregar la vida por el pueblo.

La propuesta de Jesús (Juan 6, 60-69) al grupo de sus discípulos es la de hacer opción por Él y su causa. Jesús propone “perder” la vida para ganarla. Propone el camino de la cruz, de la entrega de la vida (cuerpo y sangre) por los demás, para que tengan vida y vida abundante. Propone el camino del Siervo de Yahvé y no el camino del éxito y del progreso económico. Propone abajarse y ponerse el último y así resultará que serán primeros. 

Los discípulos entendieron bien a Jesús y muchos retroceden y deciden irse por el camino que habían venido. Un mesías así no interesa. Volverán a sus negocios de toda la vida y procurarán medrar por sus medios y buscar un mesías mas apañado. Otros (Pedro incluido) van entendiendo el mensaje de Jesús y por el momento deciden seguir adelante. Apuestan por Jesús porque “solo Él tiene palabras de Vida Eterna”. Una hermosa profesión de fe. Todavía tendrán que seguir caminando al lado de Jesús para experimentar la radicalidad del camino que lleva a la Vida, y dudarán más de una vez y tendrán la tentación del abandono (Pedro incluido).

Cada uno de nosotros sabemos de estas “crisis” que se suceden a lo largo de la vida. Es una suerte ver que nuestros hermanos mayores también tuvieron que pasar por estos procesos de maduración y de clarificación y tuvieron que aprender lo que significa desprendimiento, seguimiento, servicio hasta entregar la vida.

Hoy quería fijarme de forma particular en una afirmación de Jesús que puede dar lugar a malos entendidos y quiero intentar disiparlos, porque para mí en algún tiempo fue “cruz” exegética porque no entendía cómo podía ser eso. Me explico a continuación.

Dice Jesús: “Nadie puede venir a mi si el Padre no se lo concede” (Jn 6,55); poco antes en Jn 6,44 había dicho “Nadie puede venir a mi si no lo atrae el Padre que me ha enviado”.

Me pregunto: ¿La increencia es debida a Dios? ¿Es Dios quién decide el que va a creer y el que va a ser ateo? A primera vista y tal como suenan las frases entresacadas de su contexto parece que habría que responder afirmativamente a los interrogantes presentados. Parece que la fe se debe a un acto volitivo de Dios que se inclina a favor de unos (a quienes atrae o les da) y a otros se lo niega (no dando o no atrayendo). El DON de la fe sería capricho de Dios; sería un acto despótico y totalmente arbitrario. La situación del hombre ante Dios sería lastimosa por no decir desesperada. La Salvación dependería del “dedo” de Dios. Se podría hablar tranquilamente de predestinación hacia la vida y la muerte eterna desde la voluntad positiva de Dios independientemente de lo que hiciera el hombre.

Esto es un drama y sin embargo ésta ha sido muchas veces la lectura habitual en muchas teologías y espiritualidades de la Iglesia a lo largo de siglos. Al paroxismo de esta teología llegó Jansenio afirmando mucho más la justicia y el temor de Dios que el amor y la misericordia.  No era compaginable la Justicia divina y el Don o la Gracia universal.

La fe es Don de Dios. Es un axioma verdadero.

Si es Don no puede ser exigido por nadie. Claro como la luz. El regalo es siempre voluntario.

Si el Don es dado a todos (don universal) deja de ser regalo o don pues pasa a ser común a todos. Falso.

Es aquí donde se patina en el razonamiento que va por parámetros de lógica jurídica y no entra por los parámetros del amor. Veamos.

Don de Dios es la creación. Regalo absolutamente gratuito (“de la nada”) y universal. Tan universal que el mismo universo subsiste desde ese regalo-don de la creación. Todo nace de una acción volitiva y gratuita de Dios que crea porque ama y así origina lo creado con una finalidad concreta: La Salvación en Cristo.

Don de Dios es la Encarnación. Regalo absolutamente gratuito e inmerecido por parte de ninguna creatura. Es Don y Gracia por la que toda la creación se hace Crística y camina hacia la plenitud: “Pascua de la creación”. Es Don – Regalo que alcanza a todos por la voluntad expresa del Padre  “que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad”. Es una voluntad positiva y universal de Salvación : TODOS llamados positiva y eficazmente a la Salvación.

Don de Dios es la FE porque Don de Dios es la vocación a la que hemos sido llamados. La fe es respuesta a una llamada y está provocada desde esa misma llamada que espera la respuesta positiva y amorosa del convocado. La iniciativa es de Dios y la tiene con todos los hombres y mujeres a quienes crea porque los ama y llama a la Vida por Cristo. Ese es el DON; el GRAN DON. 

La respuesta a esa llamada está en nuestras manos. Somos libres dado que la misma libertad es ya un don. Somos libres porque estamos hechos de la “pasta” de Dios. Somos libres porque al igual que Dios es Amor que se abre dando y posibilitando, hemos sido creados capaces de amar (dar respuesta al amor) y por lo tanto capaces de acoger al AMOR (Dios) o rechazarlo. Somos libres para decirle SI a Dios y abrirle nuestras puertas y dejarnos invadir por su Espíritu (Podemos decirle SI a Jesús porque solo El tiene Palabras de Vida Eterna) y podemos decir NO a Dios, cerrar nuestras puertas diciendo sí a otras ofertas de salvación. En este caso quedaremos llenos de nuestro espíritu y “trancados” para siempre. 

Elegir a Dios es elegir ser “siervos” desde el amor-entrega-don y así ser libres. 

Elegir al “Yo” es elegir ser “libertos” desde el egoísmo y así ser esclavos. 

La carta de Pablo a los Efesios 5,21-32 parte de esta convicción y la traslada al misterio Cristo- Iglesia y Esposo – Esposa (matrimonio). Habrá más días para comentar esta Palabra que suele leerse en clave machista y sin duda está escrita desde la clave del don-amor-entrega que supone vivir en esa dimensión tanto siendo esposo como siendo esposa.

Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
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