Una Mirada, una llamada, una locura.

Una Mirada, una llamada, una locura.

Comenzamos a leer el Evangelio de Marcos (propio de este año litúrgico), y durante estos cuatro domingos, hasta inicio de la Cuaresma, proclamaremos de modo ininterrumpido el primer capítulo de Marcos.

 

Jesús viene en búsqueda de los jóvenes pescadores.

 

Jesús toma la iniciativa. Es Él quien ha salido al encuentro de colaboradores. Él nos ha elegido. No ha buscado sabidos, ni gente profesional en religión, ni expertos en marketing o conocedores de las nuevas tecnologías de mercado. No. Se ha rodeado de simples trabajadores, hoy pescadores: Santiago y su hermano Juan, Andrés y su hermano Simón. Y los ha llamado en el entorno de su trabajo, en el paisaje del lago de Galilea, realizando la tarea del cada día para ganarse el pan de cada día. Y es que la llamada de Dios puede surgir en cualquier lugar, en cualquier momento y en la actividad más inverosímil.

 

Pero antes de llamarlos, Jesús los ha visto. Es el poder de la mirada de Jesús que penetra la persona. Una mirada que no es simplemente con el cerebro, sino que brota también del corazón y transforma a la persona. Y es que cuando Jesús ve a alguien, sucede algo.

La mirada de Jesús nos debe recordar la mirada de Dios, que también vio la aflicción de su pueblo (Ex. 3, 7) y es que Dios se fija en un pueblo insignificante, sin poder y sin méritos. Los criterios de Dios para elegir son extraños, y se parecen poco a los criterios de los hombres. Y entonces, ¿cuáles son los criterios de Jesús para elegir? Debemos pensar que el actuar de Jesús al llamar a los discípulos evoca la manera de actuar de Dios, según las escrituras.

 

Y Dios nos ha visto y nos ha llamado a cada uno de nosotros a la vida cristiana para que continuemos su tarea, para ser su discípulo, para hacerme feliz, para dar sentido a todo lo que hago, para dar plenitud a mi vida. Dios siempre toma la iniciativa ¿Por qué? porque me quiere. Sería bueno reconocer tanta veces que él sale a mi encuentro y me pide que viva con la mirada puesta en Jesús, en quien se nos ha acercado el Reino de Dios. Que sepa mirar como él mira: con ternura, sin juicio, con compasión, mirando al corazón. Y que sepa escuchar su palabra que me pide que deje las redes que no me liberan y me anclan a unas actitudes  de vida que no me dejan respirar en profundidad. Que deje la barca que me da seguridad, porque piensa para mí en nuevos mares, en nuevos horizontes, en nuevos testimonios. Es dejar lo que yo considero todo, para recibirlo todo de Él.

 

Jesús les propone dedicarse a otra cosa

 

La primera actividad de Jesús es anunciar el evangelio, la Buena Noticia, de Dios. Jesús, como Juan predica, pero el contenido parece diferente. Jesús actúa como un poseído, como un loco, como un visionario. Parece que dice cosas incomprensibles: «se ha cumplido el plazo» «ha llegado el tiempo», «convertíos», «creed ».

 

En verdad Jesús está poseído, pero por el Espíritu de Dios. Y es que desde el inicio del Evangelio, quien ve actuar a Jesús, quien escucha a Jesús, y sobre todo, quien ve a Jesús con qué gente se rodea, cada uno de nosotros deberá cambiar la mentalidad sobre Dios. Y es que la opción de Jesús por Galilea, tierra de los gentiles, es la opción por los márgenes, los impuros, los pobres,  los marginados y los excluidos. Solo la opción por los que no cuentan nos permitirá ver a Jesús. Y así se lo dice a sus discípulos tras la resurrección: «id a Galilea y allí me veréis» (Mc 16, 7).

 

No hay que seguir esperando más promesas. Éste es el tiempo oportuno y significativo de Dios (su Kairós), un momento de esos que cambia la vida, como inmediatamente lo ha mostrado —hemos visto— con Santiago y Juan, Simón y Andrés. Por eso la llamada a la conversión, que es la fuerza que mueve al cambio y a la acción. Es la llamada a dejarme modelar por Dios y aceptar que tengo que fiarme de él para poder seguir el camino de Jesús. No importa la edad que tenga, siempre debo dejar que Dios actúe en mi vida. Hoy sigo llamado a seguir haciéndome como cristiano.

 

Y creer… No es fácil. Porque significa abandonarnos, fiarnos, dejarnos llevar por Dios, que es la mejor opción. Pero seguimos anclados en nuestros pensares y haceres, en nuestras viejas estructuras personales, mentales, sociales y religiosas, porque nos ofrecen seguridad y nos garantizan un estilo de vida. Sin embargo, estas viejas estructuras responden a otro tipo de dios que no sirve para acoger la Buena Noticia de Jesús.

 

Oración

 

Señor, tú me llamas cada día

a una novedad de vida,

como llamas a Simón y a Andrés,

a Santiago y a Juan.

Ellos lo dejaron todo.

 

¿Y yo?

Apenas me doy cuenta a lo que debo renunciar.

Seguro en mis seguridades,

inseguro en mis caminos,

ilumíname en la elección

de lo que Tú deseas.

Oriéntame.

 

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